El hombrecito que da risa al barro
acostumbra decir palabras que recogió de la costa.
Palabras con yuyitos y chacareras,
vino y pescadores.
Palabras tibias robadas en horas de la siesta.
Las repite para salvarse cuando llega la creciente.
Su pecho un bosquecito de sauces,
húmedo y feliz,
que no duerme.
Sopla en verde la vida en su vientito.
De la boca se le caen arpegios y tambores que
al irse
a mi me quedan prendidos al pelo.
No dejan de sonar cuando voy tarde al trabajo.
Yo respiré con peces en una fiesta
la madrugada que hice noche en su hombro izquierdo.
Me ha regalado un remanso con su nombre;
ahora puedo nadar
cuando el río agita los contrafuertes del sueño.