lunes, 10 de junio de 2013

El hombrecito que da risa al barro 
acostumbra decir palabras que recogió de la costa.

Palabras con yuyitos y chacareras, 
vino y pescadores. 
Palabras tibias robadas en horas de la siesta. 
Las repite para salvarse cuando llega la creciente.

Su pecho un bosquecito de sauces, 
húmedo y feliz, 
que no duerme.

Sopla en verde la vida en su vientito.

De la boca se le caen arpegios y tambores que 
al irse 
a mi me quedan prendidos al pelo. 
No dejan de sonar cuando voy tarde al trabajo.

Yo respiré con peces en una fiesta 
la madrugada que hice noche en su hombro izquierdo.

Me ha regalado un remanso con su nombre; 
ahora puedo nadar 

cuando el río agita los contrafuertes del sueño.

miércoles, 5 de junio de 2013

Andábamos a destiempo su insomnio y yo.
No había sitio en la ciudad donde encontrarnos, 
por eso planeábamos crucigramas 
gritándole a la noche 
para que acercara las dos costas.

domingo, 2 de junio de 2013

Los heridos se reúnen al bordecito del tajo. Tan temprano.
Yo dolí antes de ayer- dice uno.
Yo también- el otro.

Intercambian las cicatrices de sus mapas y las ponen a exorcizar en una copa de vino.
No están convencidos de nada en general y dudan de todo en particular, pero quieren risas y bocas cuando la noche se les cae en los ojos.

No sé si te quiero, pero quiero una casa de abrazos que amanezca con vista de ventana y un arbolito deshojándose en amarillo, rojo y violeta- dice ella.
De vez en cuando pienso en otra que escribe cartas de barro desde un país verde, pero hoy quiero los secretos de tu pelo oscuro- él contesta.

Una noche olvidada están intentando nacer, mutar, limpiar el polvo. Una noche tan cerca de la herida se encuentran para curarse. Para intentarlo rabiosamente.

Me duele, todavía- ella se despide.

Tranquila, a mí también- él la consuela.