jueves, 30 de junio de 2016

La bufanda le cubría la cara lunar recién ardida. Qué lindo invierno. Pensó en ese costado que queda a la intemperie y como la piel se le esmerila. Calor encerrado en la boca, como secretos; podría dibujarlos contra el frío y no morir. Le buscó marcas de incendios. Todavía tenía palabras en el territorio desnudo y un balde con arena. Recordaba sombras de su cuerpo andando por la casa imitando las pausas de la noche. Se quedó en el trapecio perfecto, colgando de un abrazo.

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