abro los mensajes
como si fueran caramelos
siempre en busca del dulce
quito el brillo que los envuelve
aplano el eco del papel para no delatarme en público
y no tener que convidar ni una letra
me cautiva la forma
la extraña manera de combinarse
el sabor y la palabra son aliados
amalgama
descubro eso
y me siento feliz por el suceso
demoro en el rodeo que los cubre
sostengo el peso circular entre los dedos
se me pegan
entonces
es la saliva la que borra el rastro
aunque la lengua ya se contagió para siempre
y buscará
obsesionada
el secreto
en la boca
el mensaje se derrite con forma de fiesta
de una noticia sobre el clima
el estado de salud de un pariente
la muerte o el nacimiento de un pájaro
un “te espero en la esquina y comemos juntos”
dan vueltas los sabores
y la información llega
después de cientos de trituraciones
nunca idéntica a como la cocinaron
los ingredientes hacen su propia jugada química
la preparación es vertida en caliente sobre un molde de caracteres
o en un gesto
hay mensajes que no entran en un molde
y no llevan celofán
“me voy”,
por ejemplo
a veces el caramelo
se amarga sobre la hornalla
la quemadura por azúcar es peor que la del aceite hirviendo
nunca me aguanto hasta el final de las comunicaciones
las parto con los dientes
para ver si me toca fruta o ácido
advierto los filos
desenredo las múltiples versiones de una confitura infinita
que no se atreva a mentirme
las respuestas siguen un camino más o menos inverso
errático
asimétrico
trato de empatar lo que me dicen
como si entendiera todas las preguntas
enviando yo también
alguna cocción telegráfica
una risa
un dibujito
silencios rellenos de aire
abro los mensajes
como si fueran caramelos y
a veces
fundo mi propia fábrica