Una mirada al borde de la tarde
no es tristeza, no
es poesía.
El pelo y los ojos que se dejan ir -o traer-
ese dulce arrastre hacia lo que -por fin -vendrá.
Giros tordos, sordos, de tauros espejados vienen a arañar la tarde.
La mezcla es un sustituto malherido
que viene muletiando alegremente
Para éstas alturas
ya nos habremos arrancado los dientes y los trapos,
y habremos mimado al felino feliz que todos llevamos dentro.
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