había desarmado los últimos pellizcos de la ternura sobre el
cuero de la city
-capricho y nostalgia-
bebió de más, hizo algunos escandalitos, quebró una botella
llena de madrugadas,
astillas y bocas fueron a parar a la basura,
le dieron ganas de llover
y entonces la humedad entró a empujones en la casa, rompió
las ventanas,
desató la soledad más implacable y llovió como una niña
y yo que daba vueltas en el silencio, intentando ensayar
algo sobre el teclado, algo que merezca ser dicho, algo...
la noche me dejó la mirada encendida y se fue
dejando todas las calles mojadas,
-así amanecimos-.
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