Despertase temblando de miedo, frente al espanto, y
escabullirse en las sábanas sangrando.
Despertarse temblando de miedo en medio de la noche que te
sopla azules por el pelo y te echa a andar por la espalda una muerte de agua.
Despertarse amputada, hipotérmica y con fiebre, temblando de
miedo.
Despertarse sin la piel, que es peor que estar desnuda sobre
el hielo.
Despertarse doliendo a las tres de la madrugada, a la hora
que entra el ángel de fuego a clavarnos recuerdos en la garganta. Allí, a solas
y en silencio, despertarse… temblando de miedo.
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