La noche está helada y deja escapar una sombra que se
angosta hasta hacerse fantasma o hilito, y trepar el tapial.
Puñalitos de rocío se precipitan entre la intemperie;
corren las horas y se clavan en el lomo de la city.
Si sobrevivimos, amanecemos con el abrigo lleno de pequeños
tajos.
La piel blanca como el perfil interior de las manzanas dulces,
esas que brillan;
y un círculo todo rojo para guarecerse. Apenas.
Puñalitos de diminutas gotas heladas se clavan en el lomo de
la city.
Es un despropósito arrancarse el alma detenido bajo la noche
y con las manos entumecidas de frío.
Detenerse no puede ser un plan.
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