Aquí está,
recién aterrizando: naranja o rojo;
haciéndose notar con su conducta caprichosa.
Se repite, se copia a sí mismo. Y lo adivino otra vez.
Tengo algunas hipótesis sobre su nombre de pila,
linaje,
el numeral de su puerta;
pero nunca llamo, salvo que encía, que pinche, que lucha,
que llueva.
Reconozco su trazo cuando anda cerca
porque deja miguitas sobre los surcos o mis veredas;
es predecible, y aún así, inocente.
Si lo nombro -ese vértigo-
cae un trueno y tiembla la antena municipal.
Aquí está,
habitando los pliegues:
casa, libro, acantilado, cucharitas...
Real como el clima o el tiempo.
[¿Tiempo dije? Ahora me vengo a dar cuenta de mis
incorrecciones. Corten]
Decía... su naturaleza de nudo,
su forma cíclope de enroscarse bajo la lengua,
de aguar lagrimales, dinamita las represas
y es una fiesta toda el mineral.
Aquí está: intacto, nadando.
Ya no lo combato.
Lo dejo venir o estar un rato, depende el día.
[El tiempo no cuenta, canté]
Hago que ocurra su lugarcito en la terraza para ver tajos en
la noche;
conversar -apenas- sobre el derrame de los detalles que nos
importan.
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